El nuevo problema del Barcelona es la desesperación de Luis Suárez

Edwin Calderon


En el festival de Leo Messi en Riazor, hubo una figura bastante desacertada, comparando la línea general del equipo y la de sus compañeros en la delantera: la de Luis Suárez, que en La Coruña fue el renglón torcido de un conjunto que sacó a pasear su mejor versión fuera de casa en lo que va de temporada.

No es un asunto de implicación o esfuerzo. Responde a la falta de acierto, a la ansiedad que domina las decisiones del charrúa en los últimos metros, los que separan la frontera de la ocasión y el gol. Y ahí se ha visto a un Luis Suárez fallón, con un nerviosismo impropio de él. El partido de ayer dejó varios ejemplos.

Controles desacertados, pases imprecisos...Suárez está acostumbrado a citarse casi cada domingo con el gol, y en Barcelona ha faltado a esa cita en bastantes ocasiones. La consigna que maneja el uruguayo (y la cumple con cierta regularidad) es la de ayudar al equipo ya sea con trabajo (se mueve mucho entre líneas, crea pasillos para sus compañeros y otras alternativas de pase) o con asistencias (como el día de Almería), pero un delantero vive del gol. Y le está costando.

Ha marcado cinco goles en 1.219 minutos, lo que equivale a un tanto cada 243. El año pasado, en el Liverpool, anotó 31 goles en 3.247 minutos, a una media de un gol cada 104, menos del doble de tiempo. Al charrúa le costa más del doble de tiempo transformar.

El resto del equipo lo sabe. Basta retrotraerse a una de las últimas acciones del partido ante el Deportivo, en la que Rakitic, algo escorado pero con espacio para tirar dentro del área, prefirió intentar el pase a un Luis Suárez que estaba en una posición poco ventajosa.

Antes, había desperdiciado varias ocasiones bastante claras. En ocasiones, obviando la posición de otros de sus compañeros. En la primera parte, eso pasó con una asistencia a la espalda de la defensa deportivista. Suárez se decantó por la definición de primeras, olvidándose de un Messi completamente solo al segundo palo. No hubo ni un solo reproche.

Y es que en el Barcelona el objetivo es conseguir que la versión que el charrúa ofreció ante el Atlético hace una semana vaya teniendo cada vez más regularidad, más presencia. En el nuevo estilo que propone Luis Enrique, con una mayor verticalidad, se necesita la mordiente del '9' como un complemento a la magia de Messi y al desborde de Neymar. Es el último cartucho del tridente que falta por carburar, y su recuperación es un asunto cuya solución no puede esperar en Can Barça.


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