Un partido más y se le habrían fundido los plomos. El Barcelona aguantó mentalmente la llamada a la desesperación que le propuso el Athletic con su incombustible presión. Luis Suárez dio por buena con su gol la sufrida tarde en San Mamés.
La tercera cita en diez días se les hizo pesada a los dos. Prueba de ello es el parte de bajas que dejó:Dani Alves, Sergio Busquets y Balenziaga debieron dejar el encuentro forzosamente. El Athletic presentó como oposición su exitosa presión adelantada y el empuje incansable de su grada cuando con oxígeno ya no le llegó.
El Barcelona intuyó sus pretensiones y se recetó paciencia. Confió en que si aguantaba el balón, aunque fuera con un exagerado magreo de sus defensas y el portero, encontraría espacios en la segunda parte allí donde en la primera sólo veía piernas rivales. Así fue.
Ese ejercicio de desgaste psicológico al que se sometieron ambos encontró un paréntesis en un penalti de Elustondo a Luis Suárez que no fue. Iraizoz se lo detuvo a Messi. Es el quinto que falla el argentino en la Liga en 43 intentos. El porcentaje de acierto es notable, pero el error llegó en un momento inoportuno. Sergi Roberto, reconvertido en lateral, fue el único capaz de sorprender con sus acciones en el primer acto.
Lo que Luis Enrique adivinó en su pizarra de cristal se fue cumpliendo. La montaña rusa de sensaciones que vivió en las últimas semanas -triunfo en la Supercopa, derrota inesperada en la Europa League- penalizó finalmente al Athletic. Las dimensiones de San Mamés se le hicieron el doble de grandes en la segunda parte.
El Barça encontró con espacios la manera más cómoda de aprovechar su juego por bandas. Jordi Alba galopó por la suya para servir a Luis Suárez el gol definitivo (min. 53). Los cansados hombres deValverde intentaron igualarlo con disparos lejanos de Eraso, Ibai Gómez y Laporte. Les fue insuficiente. Había orgullo. Ninguno de los dos equipos se reservó algo más.
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